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En conversación con Pablo Rodríguez Blanco
Entrevista

En conversación con Pablo Rodríguez Blanco

 

Por Viviana Román Lema  

Pablo Rodriguez Blanco explora las posibilidades de la escultura y la pintura para acercarse a una comprensión más amplia de lo material, como lo son las nociones de conflicto, virtud y maldad. Su obra surge a partir de imaginarios vinculados a lo lúdico e infantil, resultando en ejercicios direccionados a pensar y relevar puntos de encuentro, mostrándonos que las formas y estructuras antagónicas  están  indisolublemente unidas. 

En sus esculturas y pinturas encontramos figuras que están en constante oposición y contacto; la cerámica y el acero se encuentran y oponen tal como el tira y afloja entre grupos que disienten o como cuando tomamos decisiones. A través de esta exposición, nos acercamos a un imaginario donde la belleza existe en un conjunto contradictorio de valores, reflejando así la esencia misma de la experiencia humana. 

La siguiente entrevista se enmarca dentro del contexto de la última exposición del artista, donde se ensayan ideas acerca del juego y la agresividad. Nos reunimos a conversar en el jardín de la galería Collectio, junto a sus esculturas y con vista directa al interior de la sala, donde está la instalación “Culebra” y las pinturas  “Serie Mimética".

V. Para comenzar e introducirnos en tu trabajo, cuéntanos sobre tu nueva exposición.

P. Esta exposición tiene que ver con el último proceso que he estado investigando respecto a formas, visualidades e imaginarios que se vinculan con la agresividad a partir de estrategias de juego. Mi trabajo siempre ha estado ligado al juego, ya sea como juego físico, de reglas, en equipo, o en términos más conceptuales, utilizando el juego como una plataforma de pensamiento.

En esta exposición estoy mostrando una instalación, esculturas y pinturas, 3 cuerpos de obra que se relacionan con el juego de distinta manera: la pintura siguiendo el juego de mímesis, donde yo trabajé como profesor en un colegio e hice un ejercicio en torno a lo propuesto por el artista y profesor de la Bauhaus Josef Albers. Fue un ejercicio educativo que provino del juego para enseñar sobre el color y su cambio de percepción dependiendo del contexto. Yo me quedé con los resultados de los niños y los reproduje, lo cual resultó en otro juego plástico, de crear un conocimiento a partir de jugar a imitar, de ahí su nombre “Serie Mimética”.

Sobre las esculturas, son dos bloques o formas que están en contacto y oposición, hechas de una manera agresiva, maltratadas o parchadas. La instalación, es una especie de cortina que divide el espacio, hecha a partir de cerámica y cuerdas que simulan la forma de una  serpiente. Mientras que las esculturas oponen dos bloques, entre ceramica y acero, las pinturas tambien lo hacen al oponer dos bloques de color, de una manera tosca como si estuvieran peleando.

 

V. Por qué eliges trabajar con materiales como la cerámica o el acero y texturas no pulidas, como el óxido por ejemplo, 

P. Creo que me interesa cierto tipo de sensibilidad primitiva. Siempre me ha gustado acercarme a una belleza que proviene de la heterogeneidad, entonces la cerámica o acero de una manera violenta, tosca, agresiva, tienen ese tipo de sensibilidad.

 

V. El título de la muestra viene de la frase “juego de manos, son de villanos”, que evoca tanto diversión como peligro. ¿Cómo se relaciona esta ambivalencia con la intención de la muestra?

P. Creo que esa frase encapsula super bien los tópicos que a mi me interesan. No por estar jugando significa que las cosas no son en serio. El juego abre un espectro de realidad que finalmente sigue existiendo, es como el humor. La frase juego de manos permite unir el juego con el villano, lo cual  hace que se abra un espacio para pensar la maldad. Ese es mi punto político y de investigación respecto de lo visual. Yo siento que en la contemporaneidad estamos tratando de abolir el mal, producto de discursos muy unívocos respecto de lo bueno y lo malo que nos dejan muy poco espacio para pensar “qué es la maldad hoy en día”. La historia nos muestra que no se puede erradicar el mal, nunca. Sin embargo, las reglas contemporáneas nos dejan poco espacio para pensar de manera más complejas y divergentes  cómo efectivamente se materializa el mal. 

 

V. Quizás la conversación se está dirigiendo a lugares comunes y eso nos hace olvidar hacer una reflexión más profunda sobre esos temas.

P.  Más radical aún, yo pienso que el pensamiento no requiere ser algo colectivo. El pensamiento requiere alejarse y tomar distancia, explorar si estoy de acuerdo o no, y decir incluso “no sé”. Yo creo que, muchas veces, lo colectivo en estos términos opera como un tipo de mal, donde no nos atrevemos a decir nada que se oponga, porque hay una cultura que te cancela. A  mi me interesa que pensemos en el mal. Entonces mi obra tiene que ver esto, con la distancia y pertenencia, punto de encuentro entre dos elementos, colores o formas, cabecitas de cerámica que están permanentemente chocando.

 

V. Respecto a la instalación, el texto  habla del terror que provoca la serpiente, pero además del terror, la serpiente puede simbolizar transformación, sabiduría o tentación. ¿Cómo dialogan estos significados en tu obra?

P. Es muy bonito lo de la serpiente, la idea viene del ensayo de Aby Warburg, que hace una reflexión respecto a la serpiente como una figura que porta el mal, al mismo tiempo que canaliza la divinidad en el mito de Adán y Eva. Ellos se comen la manzana, pero es la serpiente que introduce la  envidia. La manzana es el origen del mal pero al mismo tiempo porta el deseo, que es el origen de la creación. La serpiente, como veneno y cura, es como la envidia, que no es mala en sí misma porque es a su vez el origen del deseo. Por eso me interesa el mal, porque cuando pensamos en el mal también estamos pensando en el bien, y es lo que nos hace seres humanos. La serpiente, al ser símbolo del mal, origen del deseo, de la envidia, que se arrastra con estos movimientos fóbicos , nos recuerda nuestro propio sistema nervioso, y nos trae de vuelta a lo corporal. 

 

V. Cuando hablamos del bien y el mal, pensamos en dos opuestos. Si nos referimos a uno también pensamos en el otro, son indisolubles. Pero entre medio hay un intermediario ¿Cómo está inserta esa dimensión en tu obra?

P.  Ese intermediario, la serpiente en este caso, es el que da el origen a todo el relato. Es el origen de todo. Sin la serpiente, Adán y Eva se quedan en el paraíso y fin. Gracias a la serpiente se genera la vida. Tienes que quebrar huevos para llegar a otros lugares. El bien porta el mal y viceversa, es algo que no se puede cambiar. Siento que el intermediario es la unidad completa. Pienso en esto -dirige la mirada a la escultura puñito I- como una escultura donde no hay dos partes, sino una unidad. Y siento que el intermediario puede ser los espectadores cuando se enfrentan a estas obras y se cuestionan si hay plinto o es escultura, cómo se estructura una escultura tan alta, el exido va a empezar a oxidar la otra parte por contacto, etc. 

 

V. Cuando entramos a ver esta exposición nos enfrentamos a lo que estás hablando, a los opuestos. Hay que decidir qué lado eliges para entrar a la sala, por ejemplo.

P. Claro, o pensar si son dos cosas o son una unidad, respecto a las esculturas y los colores de las pinturas. Es un ejercicio donde te das cuenta de que estos opuestos conviven bien y conforman una unidad. 

 

V. Hablemos sobre la cortina en la sala principal, la serpiente. En el texto se señala que a partir de los trozos de una figura quebrada puede recomponerse otra imagen.

P. Me parece que es una buena reflexión de Domingo Martinez. Pensar cómo a través del conflicto o la agresividad se genera algo nuevo. No decir simplemente que la agresividad está mal. Me interesa incluso que sea algo lúdico y generar un juego que, sin embargo, viene de algo más profundo. Esa cortina viene de una obra anterior, de trozos de cerámica que sobraron, y pensé en ocuparlas evitando esta necesidad de reinventarse; terminó siendo una cosa nueva. Me interesa cambiar el discurso respecto de algo. Como al principio cuando hablamos sobre estos trabajos de niños, o esta cerámica tosca (puñito II).

 

V. Me da curiosidad respecto a las esculturas. ¿Te gustaría que los visitantes pudieran tocarlas?

P. Sí, obvio. Mi trabajo siempre ha tenido algo performativo. El mismo hecho que esté la caja al lado de la instalación con los trozos de cerámica da la impresión de que es algo que aún está en proceso, y permite pensar que ellos también puedan intervenir la instalación. Más allá de que la toquen o no, me interesa la performance, pensando que la obra muestra un cuerpo que hace . En las pinturas tú ves un papel que se rompió con las manos, ves el golpe en las esculturas, los dedos, el puño. Es como la sensación de la plasticina, que requiere una manipulación con las manos. Me interesa el cuerpo como el hacedor de vínculos, que es lo humano finalmente. 

 

V. Finalmente, ¿Qué tipo de experiencia esperas generar en quien observa tu obra?

P. Que mis obras estén lo suficientemente abiertas para  conectar con una mirada más primitiva, infantil y vincularme desde la mirada con un soporte para pensar algo más. 

 

La exposición Juego de manos de Pablo Rodriguez Blanco estará abierta al público hasta el 17 de enero en Collectio, Eduardo Marquina 3992, Vitacura, Santiago de Chile.

 

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